lunes, 16 de abril de 2018

Lone Star - 1996


Director: John Sayles

Mmmmm..., veo que me he quedado sin palabras. Iremos al grano. "Lone Star", de John Sayles, más o menos desconocido director independiente de Estados Unidos. Lo demás después del salto.


Un vistazo superficial por la filmografía de Sayles sugiere que este director tiene un especial interés por, dicho de una forma, las minorías, o esos temas que no se tocan usualmente en la mayoría de las películas estadounidenses, y que si se tocan, obtienen un tratamiento sin la sensibilidad y complejidad apropiada. Eso sí, como todo buen director estadounidense, no puede ignorar ni menospreciar el valor del género, de los distintos géneros cinematográficos (nótese los diálogos: excelentes diálogos que nacen de esa mística literaria propia de los géneros). "Lone Star" es un ejemplo de ello, pues vemos que en este conjunto de historias se conjugan ecos del cine negro en su vertiente más policial, también un poco del western e incluso, al menos en espíritu, de la road movie. Sin embargo lo verdaderamente importante de la película es su estructura coral y el retrato que pretende construir a partir de la realidad, cual espejo se tratase, en donde caben problemas como la inmigración ilegal, las tensiones raciales y de clase, la condena con que la pobreza ataca a determinados sectores de la población, e incluso la educación entra en juego, en tanto algunos padres blancos no ven con buenos ojos que sus héroes, en las clases de historia, no reciban el clamor acostumbrado y en cambio se cuestionen sus acciones, peor, ¡llegando a mostrar a los mexicanos, indios y negros como víctimas! Así, en un pequeño pueblo de Texas, en donde la mayoría de la población es mexicana, Sayles le sigue la pista a variados personajes que deambulan por esas áridas y polvorientas calles, siempre en algún tipo de ebullición: tenemos a la profesora hispana a la que le critican su método de enseñanza y cuyo hijo pareciera estar a punto de convertirse en un delincuente juvenil; a la madre de la profesora, que regenta con mano dura un café-restaurant que le permite vivir holgadamente en una mansión por cuyo patio a veces ve pasar ilegales recién llegados a los Estados Unidos; a un coronel del ejército, negro, destinado al cuartel de la zona y a reencontrarse con sus raíces; al padre del anterior, dueño de un bar para gente negra, especialmente interesado en la Historia estadounidense, pero esa que no se enseña en los colegios: la de los indios, la de los negros; y, finalmente, tenemos la trama aparentemente más importante: la del sheriff, hijo de un antiguo sheriff que es toda una leyenda, que decide investigar qué hay tras el hallazgo de un esqueleto en pleno desierto, dirigiéndose a una verdad que podría subvertir su propia historia, la del pueblo y la del episodio erigido como todo un Señor Pedazo de Mitología local: la misteriosa y jamás resuelta desaparición de un cruel y corrupto sheriff (otro más), cuyas acciones aún ensombrecen la vida de los personajes que seguimos.
El misterio no me pareció ni remotamente interesante (un poco limitada la labor de Kriss Kristofferson y muy desaprovechado un joven Matthew McConaughey que por ese entonces aún no entraba en decadencia... para luego renacer tiempo más tarde... y volver a cierto punto muerto que hoy lo tiene ahí, sin más, con sólidos pero poco entusiastas papeles) y, como digo, la gracia de esta película reside en este relato coral que juega con las perspectivas, como un tratado sobre el entendimiento pero también sobre las distancias insalvables, y sobre todo en la parsimoniosa puesta en escena de Sayles, que rehuye toda truculencia para crear como una pausada y acompasada atmósfera cargada de cierta árida melancolía (tampoco hay que negar que el hombre tiene buena mano para los hechos de sangre y violencia). Aunque este apartado (el retrato social) no me parece tan sobresaliente como en un inicio sugería, lo cierto es que las intenciones están ahí, se cumplen con solvencia y "Lone Star" sí puede preciarse de ser un espejo de ese Estados Unidos alejado de las grandes urbes, ese Estados Unidos intemporal en donde el aire siempre traerá consigo ecos de distintas guerras y del suelo, inevitablemente, resurgirán gotas de sangre capaces de avivar memorias o muertes ni remotamente olvidadas, superadas o solucionadas. Ese Estados Unidos poblado por fantasmas.
En definitiva, "Lone Star" es una película hábil en su libre transitar por distintos géneros y atmósferas, efectiva en el entramado de múltiples y variados personajes (y en la construcción y desarrollo de estos), solvente en su intención por hablar de la Historia estadounidense y de las tensiones raciales/étnicas que azotan la actualidad de innumerables épocas, deliciosa en el uso de flashbacks y transiciones visuales, y a grandes rasgos muy interesante aunque a mí no me ha maravillado ni entusiasmado mucho que digamos. Pienso que, a pesar de ofrecer un tratamiento ciertamente dotado de sensibilidad y complejidad, Sayles no logra aprovechar el potencial de esa narrativa de género que propone el hallazgo del esqueleto ni tampoco apretar todo lo que sustancialmente quería abarcar, quedándose en unos cuantos pero elocuentes trazos de un cuadro que claramente pretendía ser más detallado y palpitante (la discusión de la escuela es anecdótica; la presencia del cuartel o del "dark town" es circunstancial y, aunque aporten inicialmente, no tardan en diluirse en detrimento del romance o de un misterio que, por su condición de excusa, no es esencial y si uno pone ojo llega a ser hasta predecible). Y ese giro final no sólo me parece exagerado, sino que incluso bastante innecesario. ¿Era necesario? No obstante lo anterior, muy recomendable y buena película: todo esto es habladuría post-visionado; mientras se ve, "Lone Star" demuestra innegable calidad: sus reflexiones e imágenes sí logran sostenerse por sí mismas. Y más importante: dice lo que quiere decir y lo dice sin pelos en la sin hueso, como debe ser.
Aunque el escenario es distinto, me gustan más los tórridos y furiosos dramas urbanos de Spike Lee (del Spike Lee de entonces, claro), pero John Sayles demuestra acá tener una identidad cinematográfica propia. De a poco e intermitentemente lo iremos viendo.

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