jueves, 1 de febrero de 2018

Leviafan - 2014


Director: Andrey Zvyagintsev

Muy bien, muy bien... Fue un día cansador y por ende pensé que no tendría fuerzas para ver "Leviatán", pero sorpresa, cuando llegué a mi casa, aparte de alimentar a las perras y tomar harta agua helada, tuve plenas facultades para ver la cuarta película del ruso Andrey Zvyagintsev. Genial, ¿no? Ya casi parece seguro que mañana terminaremos esta improvisada retrospectiva; no cantaría victoria antes de tiempo, pero vaya que se siente bien cumplir los plazos auto-impuestos. Hay una cierta satisfacción. Y el fin de semana será de películas de habla no inglesa, si saben a lo que me refiero (...y si no saben no importa, ya hablaremos de ello).


"Leviatán" me sorprendió porque no es sólo una historia sobre corrupción, injusticia e impunidad, al menos no en un sentido estrictamente socio-político. Sí, Zvyagintsev retrata a una Rusia salvaje y cruenta que, como él mismo dice, "es como un campo minado"; una Rusia en donde triunfan aquellos que detentan el Poder y tienen el Dinero; una Rusia putrefacta, rebosante de tristes ruinas que representan la derrota de esos ideales de Justicia y moral. Pero "Leviatán" trasciende al poderoso y crítico discurso o visión socio-política del director, erigiéndose como un relato sobre la terrible condición humana y el fatalismo como elemento que "guía" la brújula de nuestras vidas. El destino: el maldito destino. Como le dice el cura ortodoxo de los pobres al protagonista, en última instancia lo único que a uno le queda por hacer frente a la tragedia, al absurdo, es aceptar dicho destino (o mejor dicho, la voluntad de Dios) y (re)construir nuestra vida desde los escombros, pues no hay mejor cimiento que aceptar, primero, nuestro servilismo al Señor, y segundo, que los caminos del Susodicho son misteriosos. Pero poco después llega el cura ortodoxo de los ricos, quien le dice a los ricos, básicamente, que la verdad del mundo es la verdad de Dios, y que la única forma de acceder a esta Verdad es a través de la figura de Cristo, por ende, sólo aquel que obra con la bondad del hijo de Dios y que acepta en su interior la presencia del mismo, podrá ver esa Verdad y ser liberado de los males del mundo, puesto que, como dijo alguien por ahí, "la verdad os hará libres". Pero... ¡cómo creerle a un personaje tan corrupto como aquel cura ortodoxo para ricos!, y más importante, lo que el director parece decirnos es que realmente nunca seremos libres en tanto nunca conoceremos ningún tipo de verdad, pues todo, todo lo humano, está rodeado y cubierto de mentiras, de orgullo, de violencia, de ambición, y de hecho la película misma juega con esa ambigüedad, pues al final del día, ¿sabemos nosotros la verdad de los hechos? ¿Fue todo un montaje del alcalde corrupto o de verdad todo aquello ocurrió según las evidencias recabadas? Por lo demás, continuando la senda de las reflexiones anteriores, Zvyagintsev sigue planteando como tesis de sus trabajos que sin amor, nada somos. En otras palabras, el amor os hará libres, en tanto el amor no es mentira, no es orgullo, no es ambición; al contrario, el amor es (debería ser) solidaridad, humildad, honestidad y autenticidad. Estoy ansioso por ver de qué manera el director expresa estas ideas en su más reciente película, justamente titulada "Sin amor". (Aunque, según el traductor de Google, la traducción literal sería "disgusto" o "dislike", lo cual, en contexto, perfectamente puede considerarse como desprecio y, por lo tanto, desamor... sin amor. Pero bueno, toda esta especulación parte de un traductor que por lo general suele recibir burlas y vilipendios; si alguien acá sabe ruso y puede ofrecer una explicación más detallada y "más mejor", bienvenidísimo sea).
Para cumplir formalidades, "Leviatán" trata sobre un ciudadano común y corriente que entra en directa confrontación con un alcalde corrupto que le quiere expropiar sus terrenos (en donde construyó su hogar, su negocio, etc.) a precios ridículos e insultantes. Desde luego, un simple hombre, armado únicamente con la certeza de que tiene derechos, la tendrá muy pero que muy difícil contra un alcalde que, más que alcalde (a propósito, vaya que tienen poder los alcaldes: pueden administrar sus territorios con relativa independencia, ¿o me equivoco?), es una figura que representa el Poder. El Poder sobre los hombres, sobre la ley. El Poder: ese monstruo de grandes proporciones que acecha, furtivo bajo la superficie, para devorar todo rastro de luz y humanidad.
Por último, aunque un par de cosas se me hagan raras (¿no la saca barata el alcalde, con esa simple muestra de matonaje?; y, sobre todo, el triángulo sexual me pareció inventado, artificial, notoriamente creado para detonar el descenso al vacío del tramo final), la poderosísima y cruda visión de Zvyagintsev, en conjunto con su magnífica dirección de actores (para qué entrar en materia... aunque, sí, Elena Lyadova está sensacional), blindan la excelente calidad narrativa y cinematográfica de "Leviatán" de cualquier posible imperfección o aspereza. En cualquier caso, brillante y brutal.
A veces hay que entrar en la boca del lobo...

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