martes, 14 de noviembre de 2017

Edge of Eternity - 1959


Director: Don Siegel

Me demoré un poco pero ahora sí que sí vamos con la última parte del incompleto aunque nutrido repaso a la filmografía de Don Siegel. Debería retomarlo en donde lo dejé la última vez, pero en la segunda tanda no pude ver "Edge of Eternity" porque no estaba a mano, pero como ahora está a mano entonces dije que había que verla, ¿no? Dios mío, estas introducciones son cada vez más insulsas...


"Edge of Eternity" es una película a priori interesante que, por desgracia, falla al momento de sacarle jugo a sus elementos gracias a un guión, torpe y miope, que sucumbe a la narración convencional, plana e inocua, ante lo cual Don Siegel, a pesar de su conocida efectividad tras las cámaras, de esa precisión en el pulso y profundidad en la mirada, no puede hacer mucho por salvar la función.
Lo interesante no radica tanto en el aspecto "policial" del relato, este que se concentra en el asesinato de un extraño hombre de gris y la investigación que emprende el ayudante de Sheriff Les Martin, sino en el retrato que Siegel ofrece, primero, del imponente Gran Cañón (rodado en CinemaScope y en EastmanColor: por favor aprecien la exquisitez del rojo, del amarillo, del negro, del verde y los azules; las sombras, las luces, los detalles de la imagen); segundo, de este pueblo fantasma, casi abandonado y sólo habitado por unos pocos solitarios que añoran la era de esplendor de cuando la minería otorgaba vida al lugar; y tercero, de los personajes del ayudante del Sheriff y de la hija del dueño de la minera abandonada, que en el guión solamente son herramientas narrativas, mientras que bajo la mirada de Siegel, quien intenta dotarles entidad, son personas que se sienten un poco vacías, hastiadas, pequeñas ante la inmensidad del paisaje, insignificantes ante la eternidad de los recuerdos de días mejores e impotentes ante la incertidumbre de los sueños, pero que, al conocerse en estas circunstancias, parecen encontrar esa pieza capaz de concederles la plenitud perdida y anhelada. Sin embargo, el guión está configurado en pos de la investigación y el misterio (el cual, ya lo dije, es un misterio más del montón: preguntas, respuestas, una solución y adiós), y son pocas las escenas en las que Siegel puede realmente aportar expresividad y cierto lirismo al relato, pues la gran mayoría de lo que vemos corresponde a indagaciones vacuas, personajes que se conocen sólo porque de alguna forma conducen a la revelación del misterio (y no porque pertenezcan a este lugar melancólico) y un tercer acto que, además de repentino e insoportablemente explicativo, es cliché a rabiar y está plagado de lugares comunes dramáticos: una resolución más trillada imposible. Por lo demás, no deja de ser increíble (en el mal sentido) que, tras una serie de pistas y datos que se supone iban armando el puzzle, el misterio se resuelva "solo", despreciando completamente la investigación previa para dejar que un hecho arbitrario, y no puedo dejar de racalcar lo arbitrario, nos presente al culpable gritando y explicando con peras y manzanas todo lo que el relato no pudo dar a entender a lo largo de su metraje: "yo maté a ese imbécil porque el otro fulanito no pudo hacerlo, a propósito yo le dije que intentara matarlo y también maté al otro, y después de eso, y antes de lo anterior..." Es verdaderamente indignante. ¿Y cómo acaba la película? Con lugares comunes: el héroe salvando a la dama, el villano hecho puré al fondo del Cañón, y la pareja junta, con un futuro tan trillado como el clímax: seguramente se casarán, tendrán hijos y cuánta cosa más.
En definitiva, el guión intentaba contar una historia y Don Siegel intentaba dirigir otra. No tiene nada de malo querer contar un misterio, pero oye, tiene que ser un misterio fascinante y atractivo, que te mantenga enganchado todo el rato y que mantenga la incertidumbre sobre cada elemento (personajes, pistas, hechos) constantemente. Acá, la calidad del misterio brilla por su ausencia. Y eso hizo que la intención de Don Siegel de explorar la vida y muerte de un tiempo y un lugar, el fracaso de una época impregnado en los ojos de los personajes, se viera mermada en todo momento al verse limitado por este argumento tan pobre. Si la ven, no se ilusionen mucho: al menos podrán disfrutar la preciosa escena en donde el protagonista y su interés romántico se encuentran en las ruinas de la mina abandonada: sentados, entre escombros, nace el amor mutuo...

...tampoco se ilusionen mucho con el resto de las cosas de la vida...

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