miércoles, 13 de septiembre de 2017

Baby Driver - 2017


Director: Edgar Wright

No tenía planeado ver esta película pero apareció y dije "bueno, qué demonios, qué importa todo, adiós mundo cruel". No me considero fanático del cine de Edgar Wright y "Baby Driver" no me entusiasmaba para nada, pero como dije, "qué demonios, qué importa". Una risa fácil nunca viene mal, ¿no?


¡¿Me van a decir que es original e imprevisible la historia de un solitario y silencioso sujeto, en este caso un habilidoso conductor de automóviles, que trabaja asaltando lugares aunque en realidad no le gusta ese mundo y sólo lo hace porque tiene una deuda que saldar con el jefe, que además tiene un pasado y unos recuerdos que lo atormentan, que se enamora de una muchacha ajena al mundillo criminal y que hará todo lo posible para salirse de él, redimirse, y así poder vivir la vida loca junto a su salvación, aunque claramente no la tendrá fácil porque el jefe no querrá que su conductor estrella se vaya así como así y  porque el "último trabajo" siempre es el más difícil y el único que sale peor que mal, especialmente cuando todo siempre ha ido sobre ruedas?! ¡Ah, ya veo! A lo mejor lo original es el estilo con que Wright viene haciendo sus películas desde hace más de una década. Bueno, supongo que uno, y por "uno" me refiero a todos menos a mí, nunca se cansa de saborear la misma colorida receta. En cualquier caso, para qué negarlo, "Baby Driver" es una película entretenida y que se pasa volando entre lugar común y escena de acción bien rodada. A su favor diré que no es predecible de la manera más predecible (tiene giros sorprendentes) y que por el final abandona un poco esta irónica comicidad, el estilo leve, la excentricidad "inteligente" o "con contenido", para dar paso a escenas, diálogos y personajes que al menos tienen más tensión, amén de una dirección más cuidada y mejor construida, menos preocupada de "pasarlo bien" que de dotar cierta entidad a sus elementos, pues, está claro, vestir llamativamente no es lo mismo que tener personalidad y ésta se pierde si es que vistes lo mismo todos los días. El tramo final es bastante predecible y soso (y desconcertante: ¿no que el personaje de Kevin Spacey era tan malo?, ¿por qué de repente se puso tan paternal?), pero entre que comienza el tercer acto y comienza el clímax (para ser precisos: desde que se conforma el grupo que hará el asalto hasta el instante mismo en que el asalto comienza a salir mal, teniendo como punto álgido la escena del diner de la bonita novia camarera), el asunto se pone bastante "oscuro" (para lo que era) e incluso da la impresión de que cualquier cosa podría suceder, y es que a mí siempre me gusta ver criminales asesinándose con la mirada. ¡Oh, y muy ingenioso eso de fundir la banda sonora con la acción!, a quién se le habría ocurrido sino es a nuestro genial vecino Edgar Wright.
Si quieren pueden ver los primeros seis minutos, lanzados oficialmente por el estudio, y gozar con la pueril plasticidad de las imágenes de Wright. ¿No les parece genial esa solución de emergencia que permite el escape: que de la nada aparezcan dos autos del mismo color y casi el mismo modelo que el de los ladrones, los cuales terminan despistando a los tontos policías? Esas son salidas fáciles que sólo gente tan popular como Wright se puede permitir. ¡Quién como él!
En efecto, un caramelo de vez en cuando nunca viene mal, aunque con esta maldita muela que me está destrozando las encías ni siquiera una saludable manzana puedo comer. Como sea, lo que rápido viene rápido se va (¿o eso es lo fácil?), así que, ¡adiós Baby!

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