viernes, 23 de junio de 2017

High-Rise - 2015


Director: Ben Wheatley

Ahora sí que sí terminamos con la filmografía de Ben Wheatley. Primero corresponde "High-Rise", la adaptación de la novela homónima de "J. G. Ballard" (la que por supuesto no he tenido el agrado de leer, y no porque no quiera) que escribió Amy Jump, guionista habitual de Wheatley y también su esposa. Vayamos al grano...


Demás está decir que no sé si como adaptación del original literario la película sale airosa.
"High-Rise" comienza la mar de bien pero luego, ya en la segunda mitad (el metraje es de dos horas), el relato se agota y se diluye, pierde consistencia e innegablemente se alarga, se estira en una seguidilla de escenas que no aportan verdadero peso dramático y sustancial a su primera excitante hora, en la cual veíamos a un Tom Hiddleston llegar a esta, en apariencia, idílica torre de departamentos (Rascacielos, como se le conoce) que lo tiene todo y de la que no es necesario salir más que para trabajar, pues en ella hay un gimnasio, un supermercado, una piscina, salas de masaje (no de los que vienen con final feliz, eso sí, pero quién sabe), etc. Sin embargo el protagonista se encuentra, primero, con un variopinto puñado de llamativos y desaforados personajes llevados por el impulso, el deseo, lo que se les ocurra, pero eso no es todo, pues además se percata que dentro del mismo Rascacielos hay toda una jerarquía social tan desigual como afuera, en el mundo horizontal, sólo que acá todos viven en el mismo punto: unos arriba, otros abajo, apretados en un hervidero de vanidades, y eso no deja de extrañarme, pues me da la impresión de que no cualquiera se puede costear un departamento en dicho Rascacielos, y aún así la élite de arriba vive a costa de las carencias de los de abajo, y los de abajo (no me refiero a la hinchada de la U, je) se enojan y desafían a los que detentan el poder, y mientras este conflicto se cuece el relato está bastante bien, pero llega la hora, cruzamos el ecuador del metraje, ya estamos en la segunda mitad, y por alguna razón la película se queda con un desorden y un caos permanente, estático, un descontrol total, con un edificio sumido en el desgobierno, con habitantes ya convertidos en animales, en seres involucionados, devueltos a un estado salvaje, a un sistema de fuerza bruta que, insisto, será muy "depravado" (sí, claro) pero, pienso, ya no ofrece lecturas puesto que carece de algo crucial: la construcción de personajes.
En la primera hora esto no importaba mucho porque el relato era una suerte de sátira social y los personajes, más o menos, estereotipos cuyas características los hace colisionar de manera tan explosiva, sin embargo, en la segunda mitad, el asunto, aún con ecos de la lucha de clases (ya reducida a mera excusa, a trama a la que atender por inercia para atar ciertos cabos sueltos), toma un cariz más universal y parece querer, a través de su protagonista, construir este discurso "Wheatleiano" en el que, en teoría, el hombre es más libre una vez desatado de las reglas impuestas por autoridades de dudosa moralidad y ética, habiendo alterado el orden establecido para luego instaurar un sistema más salvaje pero más honesto, quién sabe, pero, ciertamente, más humano, es decir imperfecto y destructor, aunque en este sistema el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto no son más que simples palabras. Esto se entiende pero no toma forma de relato, de narración (que es lo que importa), y el principal problema es que del protagonista apenas se dice que tuvo una hermana que murió y la escena final nos dice que todo el relato estaba sustentado en la tesis que afirma que Laing, el protagonista, acepta todo este caos porque al menos tiene por primera vez una familia... ¿se puede entender ello? A mí nunca me queda claro porque TODOS los personajes abrazan de manera tan pasiva este abismo sin dios ni ley...
Lo cierto es que este Rascacielos, en el papel, se erigía como una alegoría de la sociedad de entonces, de ahora, del futuro, pero después pasa a ser un simple escenario o decorado para justificar personajes dominados por su hedonismo más simplón y superficial. Con media hora menos y con una media hora final (en este hipotético metraje de noventa minutos) dedicada a concretar los conflictos sociopolíticos instalados al inicio, "High-Rise" habría sido una película, además de disfrutable, incluso memorable (aunque, insisto, no sé si de todas formas hubiera sido una buena adaptación). Pero al menos habría funcionado.
Cronenberg dirigió una película que se llama "Shivers", de finales de los setenta, en la que un virus de rabia se apodera de los habitantes de un moderno Rascacielos, y ya se imaginarán lo que sucede después del contagio. Me pregunto si se habrá inspirado en la novela de Ballard, lo cual no sería de extrañar, dado que, tiempo después, el genio del body-horror adaptaría al escritor británico en "Crash".

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