jueves, 4 de febrero de 2016

The long gray line - 1955


Director: John Ford

  Luego de "Mogambo" vendría "The sun shines bright", pero como dijimos ayer, tal cosa será imposible de momento, dadas algunas dificultades técnicas que nos vienen a patear los testículos. Supongo que no hay problema, tratándose de un filme "menor" de Ford, de los menos conocidos, especialmente en una década de glorias, aunque, qué década de Ford no tuvo glorias. No es que desdeñe "The sun...", por el contrario, simplemente quería agregar más tristeza a una triste situación... En fin... "The long gray line" es, miren ustedes, otro glorioso pedazo de cine de Ford, no se me ocurre otra manera de comenzar esta entrada...


  Tyrone Power es Marty Maher, un irlandés que se pasó prácticamente toda su vida en la Academia Militar de West Point, en la que partió de lo más bajo hasta conquistar los corazones de todos, particularmente de su gran amor Maureen O'Hara, y contemplar los grandes acontecimientos de la historia del siglo pasado. Basado en hechos reales, aunque narrada con bastantes libertades.


  La captura que encabeza esta entrada podría causar erróneas impresiones, sobre todo aquellas que sindican a Ford como patriotero y hasta nacionalista, alguien al servicio de las instituciones estadounidenses y que expresa su ideal puro y duro, especialmente en lo concerniente al reclutamiento y las fuerzas bélicas, más aún, una frívola oda a la bandera. ¿Pero qué significa la bandera, en este caso? Al contrario de lo que pueda parecer, no es un enaltecimiento ciego a los inciertos valores "americanos", por el contrario, ese plano, para mí, representa la vida misma del protagonista en suelo estadounidense, una vida llena de amor, amistad y tristezas acontecidas, específicamente, en la Academia Militar de West Point, que es en donde Marty Maher se ha pasado 50 años de su vida: la bandera son sus recuerdos, las personas que ha conocido, la vida que se ha forjado: la bandera es memoria, su memoria. Lo anterior tiene relación con que, sobre todo en las películas que incluyen de manera más aparentemente explícita una ideología estadounidense ("They were expendable", "What price glory" y hasta filmes menos memorables pero con innegable y estimable elocuencia como "When Willie comes marching home", todas relacionadas a campañas e historias militares), Ford siempre se ha preocupado más de los hombres y de los lazos que se construyen mediante lo afectivo, primordialmente; de un honor y lealtad para con los amigos, los colegas, no necesariamente hacia valores abstractos e inefables. En ocasiones hasta se pone a desmontar algunos principios, o al menos subvertir sus orígenes (veremos que uno de los motivos del protagonista para enlistarse no es precisamente el amor a la patria, y en "What price glory" la gracia de combatir son los deseados descansos que se ganan por el servicio), pero no se puede decir que Ford no exprese críticas a través de las mencionadas películas, que apuntan al sinsentido de mandar a jóvenes a morir, al sinsentido del exitismo masivo y tantas otras cosas que se producen, ojo, por los conflictos bélicos y la fe ciega a un dañino concepto de patria. Si bien Ford desliza algunos palos al estilo disciplinar militar (al inicio el protagonista, sorprendido por la visión de docenas de cadetes formados, pregunta si lo que ve es un manicomio o una prisión), podríamos decir que su homenaje apunta a la loable lealtad y camaradería que éstas instituciones generan en sus integrantes, quienes son más fuertes que sus pueriles reglas, tales como no ir más allá de la zona de tránsito permitida, con tal de ayudar a un amigo en problemas o en necesidad. Por lo demás, si fuera una película que busque ensalzar los valores militares estadounidenses y esa maraña de temas, ¿qué pinta, entonces, esa "forzada" historia de amor entre Tyrone Power y Maureen O'Hara, cocinera del Comandante? ¿En qué nos puede importar que un tipo haga todo lo posible por llamar la atención de una empleada doméstica? Vamos, Ford es más grande que eso... Ford hace historia de personas... de personas que se enamoran, de personas que persiguen un sueño, de personas que deben enfrentar a los problemas de la vida, de personas que defienden a los débiles y desprotegidos, de personas de familia, de personas que buscan una vida mejor, de personas que buscan eliminar el mal de su corazón... Considerando esto, no es de extrañar que "The long gray line" sea una película preciosa, sin duda alguna:
  Comenzamos con Marty Maher (Tyrone Power) hablando con el presidente Eisenhower, particularmente sobre un problema bastante doloroso para el primero: a sus 70 años, lo quieren jubilar, ¡pero West Point es todo lo que conoce, todo lo que tiene en la vida, toda su vida se encuentra ahí! Entonces, se inicia un racconto que nos remonta hasta la llegada de Maher a la Academia, cuando sólo era un simpático e ingenuo irlandés que, sin nada, llega a trabajar en la cafetería de la institución. Luego se enlista, comienza a tener más importancia; se enamora de Maureen O'Hara, otra irlandesa que deja las verdes colinas para ganarse la vida trabajando duramente; construye una vida entera en dichos terrenos. ¿Cómo le van a arrebatar todo eso? La narración, desde el mismo uso del racconto, tal como en "Qué verde era mi valle" (aunque sean filmes distintos, lo sé), apelan a un profundo sentimiento de nostalgia y emotividad (lo irlandés no es gratuito, vamos), las que sin dudas se expresan con contundencia en el fotograma, y es que Ford es un maestro en tales materias, un director de cine capaz de transportarnos de la comedia más adorable al drama más desgarrador y doloroso, pasando por la sublimidad más emotiva y una violencia, implícita o no, que pega bastante fuerte. Por lo demás, Ford hace gala de un lenguaje cinematográfico deslumbrante, nada más observen las composiciones de sus imágenes y, más aún, el montaje de las mismas (que acá no les puedo mostrar). El resultado es una obra cinematográfica monumental, en todo aspecto una belleza y un portento. Insisto, ese montaje es digno de estudiar y analizar atentamente, plano por plano. Los reto a hacerlo.
  Tyrone Power, quien no me convenció mucho en "Jesse James" (1939, Henry King), acá nos ofrece un actuación de aquéllas, memorable y fenomenal, humana hasta la médula, de carne y hueso. De Maureen O'Hara no se puede decir mucho más, especialmente teniendo tan reciente la maravillosa "The quiet man", que también es un espectáculo cinematográfico magistral. Y si el hermoso y conmovedor final no los convence de que "The long gray line" es una película de personas y no de ideologías, entonces nada lo hará. Gran cine acá. Por favor no se lo pierdan, y utilicen la mirada correcta.

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