sábado, 10 de octubre de 2015

Sanbiki no Samurai - 1964


Director: Hideo Gosha

  El nombre de Hideo Gosha solía asociarlo principalmente al cine yakuza, pues resonaban más en mi mente películas como "Violent Streets" y "The Wolves", las cuales tuve en mi poder alguna vez y que estuve a punto de ver, pero que por una u otra razón no pasaron frente a mis ojos. Ahora, dando vueltas por ahí, veo que Gosha tiene más películas sobre samurais que de yakuzas, particularmente todas (o casi) aquellas que hizo en los sesenta, década que lo vio debutar en esto del cine, y cuya opera prima fue "Three Outlaw Samurai", la que les comento ahora mismo. Para ser su primera película ya podemos ver una apabullante puesta en escena, un manejo de la imagen y del tiempo sobresalientes, y una narración precisa y contundente. Es una película que me ha gustado mucho y que me ha dejado con deseos de ver las que le siguen, y es que es imposible eludir tal sensación tras este tremendo relato.


  Sakon Shiba es un ronin que, vagando por ahí, se encuentra con tres granjeros que han secuestrado a una jovencita hija del magistrado de la zona. La cosa no es tan simple y pronto Shiba se ve envuelto en un feudo con tintes sociales y que enfrenta a granjeros y autoridades, situación ante la cual tendrá que tomar partido por uno u otro lado. Una guerra se desatará, una terrible y sangrienta guerra.


  Efectivamente, ver por segunda vez una película no es lo mismo que la primera, incluso cuando, gracias a dios, en esta pasada no hubo interrupciones ni nada por el estilo (bueno, alguien andaba vendiendo frutas, anunciándose en el altavoz, pero uno ya tiene fortalecidas las defensas a estas alturas de la vida). La hubiese disfrutado más, eso es seguro, y me duele un poco que ahora la aprecie más desde el lado estrictamente "analítico" y formal que aquel emocional que predominaba la primera vez, cuando me sentía realmente extasiado ante el poderío cinematográfico y discursivo que Hideo Gosha tan bien despliega, con gran destreza y nada desdeñables dotes de madurez, porque el hombre no se queda con el espectáculo (aún cuando habrán tremendas batallas en más de una ocasión) sino con la lucha dialéctica, el enfrentamiento de simbolismos e ideas a través de personajes maltratados pero fuertes y valientes (algunos, claro). El relato, sencillo pero preciso y directo (el protagonista que llega a un enfrentamiento ajeno para ser parte esencial de él), avanza sin tregua alguna entre negociaciones, promesas de honor, traiciones y mentiras, golpes bajos y decisiones definitivas; habrá mucha muerte, mucha sangre, pero por sobre todo habrá mucha injusticia y crueldad: el gran conflicto es aquel que tiene a los granjeros de un lado, golpeados por el hambre y la escasez de cosechas (por ende una pobreza terrible), y del otro al magistrado que no cesa de subir impuestos y hacer oídos sordos a las plegarias de quienes debería proteger, todo para mantener su distinción o rango frente al líder del clan para el que trabaja. Un conflicto social y moral, a fin de cuentas, sobre ponerse en el lugar del otro y ayudarlo, aunque ya sabemos que eso es bien difícil, ayer, hoy y mañana. Lo que en un inicio parecía un vil secuestro no tarda en revelarse como la última y tristemente desesperada opción de aquellos que ya no tienen salida alguna más que arriesgar lo único que les queda: la vida misma. También surgirán tópicos inherentes a este tipo de contextos y personajes (honor extremo, servicio o muerte...), lo cual es un gran aliciente para el conjunto, tanto por el potente y carismático protagonista que es fiel representante de dichas ideas, con algunos diálogos y acciones tan fenomenales que a mí me dejaron deslumbrado por lo simple pero irrebatibles que son (la escena en que regaña a la secuestrada porque no quiere comer la comida de los granjeros es...), como por el tremendo insuflo dramático que es para el gran conflicto de fondo (aportando a los demás personajes, el paisaje social y el retrato humano), sin mencionar lo natural y fluido con que se presenta y desenvuelve todo aquello. De nuevo, excelente puesta en escena del debutante Hideo Gosha.
  Un pequeño apunte, el que no estoy seguro si me surge porque efectivamente me irritó un poco o porque fue justo entonces cuando comenzaron a molestarme la primera vez, pero debo decir que, si bien el relato presenta una sólida continuidad de acciones (sumado a la mano firme con que Gosha ejecuta su película), en un punto la trama, que no abandona del todo su fondo de conflicto social y moral, comienza a avanzar teniendo como motor base ya no la injusticia sino la venganza semi-personal y las restituciones causales, restando importancia al conflicto que lo comenzó todo para erigir una suerte de leyenda particular de unos hombres puntuales. Puede ser a propósito, toda vez que al final hay una desalentadora secuencia (la primera captura, no la que encabeza el post, es parte de ella, por si la reconocen) en la que queda claro que a veces las cosas ocurren por nada y que alguna gente no está destinada a luchar: "Three Outlaw Samurai" es una película sin ganadores ni perdedores, más bien es una película de sobrevivientes y almas errantes destinadas a deambular por un paisaje hermoso pero corrompido por algunas manzanas podridas que acaban por echar raíces en él (no sé si sea la imagen más afortunada, perdón). A veces el sistema expulsa a aquellos dispuestos a cambiarlo, pero éstos pueden ser capaces de vivir fuera de sus límites, siempre pudiendo intentar acrecentar sus leyendas (no con la vanidad como motivo, por si acaso). Permítanse descubrir a Hideo Gosha, un director que estoy casi seguro que nos seguirá deleitando por acá con grandes y potentes pero cruentas historias.

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