jueves, 20 de agosto de 2015

The fugitive - 1947


Director: John Ford

  A esta misma hora es seguro que Warpaint esté deleitando al público de la Blondie, pero no importa, pues a esta misma hora estoy con un par de amigos comiendo pizza y viendo videos tontos de youtube, además de embarcarnos en debates filosóficos de la vida y las mujeres. De todas formas sigo lamentándome no estar frente a Theresa Wayman moviéndose al son de sus calmas y atmosféricas notas... Ay, buen señor. "The fugitive" es una película que Ford hizo en conjunto con autoridades mexicanas que lo invitaron a filmar en suelo azteca, aunque la historia de la película no se ambiente en México, pero de eso más adelante. Lo cierto es que "The fugitive" es tan interesante como extraña, no necesariamente ubicable en lo mejor de Ford, pero efectiva dentro de sus preceptos o parámetros. Sin duda que puede sorprender.


  Henry Fonda es un padre que regresa a su derruida iglesia para intentar volver a predicar, aunque el contexto no puede ser más desafortunado: en un indeterminado país sudamericano, el gobierno totalitario ha prohibido toda forma de religión, pues va en contra de la revolución. Así, Fonda estará en permanente huida mientras intenta ayudar a los feligreses que requieren de sus servicios.


  A medida que avanza el metraje notaremos que la huida del padre es en realidad un viaje a través de su consciencia, arrepentimientos y deseos, de su persona al fin y al cabo. Lo digo en términos de sustancia, claro, no es que todos los acontecimientos en realidad hayan sido una visión o una representación solemne de algo diferente, aunque si alguien tiene la audacia de decir que el gobierno totalitario y todos sus actos son metáforas sobre la razón versus la fe o la espiritualidad, no lo descartaría de inmediato. No obstante, hacer dichas lecturas sería demasiado rebuscado. El padre que interpreta Fonda es un señor que ha perdido la fe, no tanto en su religión como en sí mismo, en sus facultades de transmisor de la palabra de dios. No es un santo, no es un mártir, no es un héroe, simplemente es un hombre al que otras personas recurren urgentemente, tarea a veces demasiado abrumadora para el pobre hombre. Supongo que "The fugitive" trata sobre la fuerza de la fe, ese algo incapaz de ser doblegado y vencido no importa cuántas dudas y trabas se le imponga, lo que la trama del gobierno totalitario anti-religión viene a reforzar por la parte más terrenal: siempre habrá otro padre, otro creyente que esté dispuesto a sacrificarse para no dejar que los tiranos hagan lo que quieren cuando quieren (aunque en este caso el rango de acción se restrinja al ejercicio de la religión, pues los otros derechos humanos pasados a llevar no son precisamente el foco de la cinta, aunque se mencionen). Por último, y esto es un poco confuso, pareciera ser que todas las personas están en busca de redención, que están dominadas por el miedo a la muerte o al no perdón, en busca de una paz espiritual, sean campesinos o padres o generales; sólo el líder de la revolución, que nunca aparece, parece ser inmune a toda inquietud inherentemente humana, por algo el mandato de matar curas. ¿Podría ser otra fuerza sobrehumana cuyo entendimiento nos supera, otra "religión" si cabe? En cualquier caso, ¿vale la pena buscar la quinta pata al gato en temas que mezclan religión y política? La película hablará por sí misma, dialogará con el espectador que tenga en frente.
Lo que sí, no hay rastro en "The fugitive" de algún tipo de aleccionamiento moral o panfleto ideológico-religioso; simplemente es la historia de un padre que ha perdido la confianza en su fe, o algo así, y que se siente mal por no poder ayudar con propiedad a los creyentes que buscan refugio en él y lo que representa. En este sentido, como es de esperar, Fonda interpreta a la perfección a su alicaído padre sin nombre (importante que no lleve nombre, lo hace trascender el espacio-tiempo, tal como se nos señala al inicio de la película: "los hechos son atemporales", paráfrasis que aporta más a lo expuesto anteriormente), débil, prácticamente un muñeco mecido por la voluntad ajena, escapando de algo que pareciera no ofrecer salida alguna. Aparte de todo, lo que más llamó mi atención fue la fuerte solemnidad que desprende cada fotograma, sobre todo a raíz de la secuencia inicial en la que Fonda vuelve a su iglesia para ver como los creyentes llegan en masa a pedir bautizos y cosas así (una declaración de intenciones, a todas luces); si son algo reticentes al despliegue eclesiástico, dicho inicio podría ser demasiado, pero el resto de la película vale la pena: es un interesante y tortuoso camino que cuenta una trama efectiva y un relato subyacente algo más potente en términos dramáticos, aderezados con los ingredientes ya conocidos del cine del buen Ford, esto es variopintos personajes, buen humor (algo más solapado bajo la solemne y dura coraza), y un protagonista que debe descubrirse de una u otra forma. No es que haya quedado particularmente emocionado o fascinado, tampoco pienso que estemos ante una magistral película de Ford, pero sin duda no merece ser catalogada de "menor", pues al fin y al cabo siempre habrán cosas por descubrir, pequeñas o grandes: son las gracias de los grandes cineastas, a veces la buena mano no se da cuenta de lo que ha tallado. Yo la recomiendo, por supuesto.

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