lunes, 24 de agosto de 2015

Festen - 1998


Director: Thomas Vinterberg

  Hay varias películas que esperan su comentario, pues me puse como loco y de repente se me acumularon un montón. Eso es bueno, claro que sí, especialmente para días como hoy en que ser el chico de los mandados me impide visionar alguna película, que es lo único que le pido a la vida. Hoy, día lunes, elegí comentar "Festen", segunda película de Vinterberg y primera hecha bajo los mandamientos de ese "movimiento" llamado Dogma 95 (a los cuales se sobrepone de manera rotunda, nada de creerse revolucionario), porque hay que celebrar con una excelente película la llegada del post número 400, no con cualquier basura como "Beast", que habría arruinado la ocasión por completo. "Festen" es una completa y descarnada genialidad, ideal para ver en familia (¿?). Celebremos, pero con moderación.


  El cumpleaños número sesenta del patriarca de una acaudalada familia danesa merece toda la parafernalia y fanfarria posible, sólo que la familia no es de los trigos muy limpios y lo que debería ser una ocasión hermosa y conciliadora acabará siendo, por el contrario, una salvaje espiral de odio, mentiras e impactantes verdades que salen a flote. Un espectáculo imperdible, de todas formas, para qué perdérselo.


  "Festen" es una película cuyos méritos artísticos son en extremo sobresalientes, tan sobresalientes que el resultado general es prácticamente perfecto, carente de fallas. Es sencillamente deslumbrante, cine sabiamente aprovechado. Y cómo no, si cuenta con un montaje magnífico que o está formando un caótico e intenso collage de focos de extrema y casi embriagadora tensión (un hermano peleando con la esposa, el otro pensando cosas horribles, la otra descubriendo una verdad impactante) o que sin consideración alguna nos está lanzando a la cara cada intrigante e incómodo detalle de un mismo escenario, por ejemplo la comida esa donde se hace un particular brindis, otra vez construyendo una tensión inconmensurable. Desde luego, estoy siendo reduccionista, pero es inevitable considerando la magnitud del montaje. Ahora los actores, de nuevo, todos sensacionales. Así de simple. Y si me pudiera extender un poco más, diría que cada uno es capaz de echarse encima una historia familiar pasada llena de rupturas y expresarla sin mediar palabra alguna, y considerando que la historia presente no es precisamente color de rosas, pues entonces sí que estamos ante interpretaciones inmensas y poderosas que no se amilanan ante nada. Desde luego, la dirección de Vinterberg es espectacular, no dejándose avasallar por los mandatos del Dogma 95 sino potenciándolos por completo a su favor y visión: no parece que el director estuviera siendo dominado por restricciones formales para hacerle el favor a alguien, todo lo contrario, es como si éstas hubiesen surgido naturalmente de las necesidades narrativas de la trama: tensión que surge de la dinámica familiar, sin manipulación técnica de por medio, sólo poniendo la cámara donde mejor capte esa intensa corriente de recriminaciones y rencores. Y es que las intenciones anti-hollywoodenses del Dogma (o, en su defecto, en contra de las estrictos métodos de producción propios de la gran industria -y pequeña, triste decirlo, ya nadie cree que se pueda hacer una película "a la mala", sin reglas que seguir-, apostando por la libertad creativa del rodaje, que bien podría ser la esencia del cine) acá se vuelcan completamente hacia un realismo sucio que resulta perfecto para la trama de la película y todo el vendaval de mierda que comienza a suceder: no hay otra forma de ver la verdadera cara de los personajes, de la familia, y lo que representan: les sale del interior, y con o sin luz se nota igual la ambigüedad y la hipocresía. A todo esto, "Festen" demuestra que no es necesario ningún movimiento o método de producción para hacer una película, sólo actitud y pasión por el cine: reglas mis pelotas (la última regla del Dogma es, en un ingeniosillo giro intelectual, no respetar ninguna regla: así cualquiera).
  Por supuesto, es muy probable que con ésta historia Vinterberg nos quiera mostrar las dos caras de una sociedad que parece muy educada y civilizada por fuera pero que por dentro tiene una podredumbre imposible de obviar, por más que se intente esconder a través de sonrisas, a vista y paciencia de todos. Los fantasmas acechan inclementes y es imposible escapar.
  Para ir terminando, un par de apuntes locos: Vinterberg hace un cameo como el taxista del novio negro de la hermana, y vaya que guapo rostro tiene el hombre. Y a propósito del novio negro, a pesar de lo elocuente e impactante de la escena en que todos cantan una canción racista, debo decir que es una de mis preferidas, pues me pareció muy divertida (además no me gustan los invitados que de repente toman una posición de superioridad moral, incluso si tienen razón: la soberbia siempre merece un escarnio). De todas formas, según internet no es una canción racista, todo lo contrario, busca promover la tolerancia racial, aunque la letra no sea precisamente muy sutil que digamos...
  Finalmente, sólo queda decir que "Festen" es una salvaje genialidad y una completa gozada imposible de olvidar y dejarla pasar: rebosa contundencia y personalidad en cada fotograma, no te puede dejar indiferente. Podría verla una y otra vez sin cansarme, salud por eso.

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