domingo, 12 de julio de 2015

Ya shagayu po Moskve - 1964


Director: Georgiy Daneliya

  De pura coincidencia he visto con pocos días de diferencia "Caminando por las calles de Moscú" y "The myth of the american sleepover", aunque me parece interesante que los visionados se hayan dispuesto de esta manera. Ambas tratan sobre adolescentes que trabajan, estudian o simplemente se dedican a vivir lo mejor que pueden, amando u odiando o evadiendo a los demás. Hasta ahí las similitudes; las diferencias no se hacen esperar, y no me refiero a que tengan unos 45 años de distancia o que se sitúen en países tan políticamente contrastados como Estados Unidos y la entonces Unión Soviética... Me refiero a algo más importante y más profundo: las opuestas maneras en que los respectivos protagonistas enfrentan sus situaciones, que en esencia son las mismas, lo que a la larga influye en la calidad cinematográfica del filme en cuestión, que varía desde lo pomposo y superfluo hasta todo lo contrario. No sé en qué momento la cosa se quebró, pero ya no puedo tolerar las películas actuales de adolescentes que se creen filósofos sin haber vivido absolutamente nada; prefiero mil veces las viejas películas en las que sus jóvenes protagonistas, en nada mimados ni engañados mediante la contraproducente sobreprotección, viven mediante sus acciones y decisiones en vez de paralizarse a morir por sus pobres palabras y aún peores pensamientos. No señor, en esta película nadie intenta abstraerse de la realidad y vivir en un mundo imaginario, y por lo demás, la calidad cinematográfica es excelente.


  Nikolai es un joven que en el camino del trabajo a casa conoce a Volodya, un aspirante a escritor de Siberia que está de paso en la gran Moscú. Juntos comienzan a recorrer lugares, asistir a eventos y conquistar a una bella chica que trabaja en una tienda de vinilos, la culta Alyona. Será un día muy movido e importante para todos, qué duda cabe.


  La gran virtud de "Ya shagayu po Moskve" es su tremenda honestidad conceptual y auténtica sencillez formal: el director no intenta engañar a nadie, simplemente nos introduce en el entretenido y ocupado día que tienen un puñado de jóvenes soviéticos. Todo lo demás surge del fotograma, de los protagonistas: las inquietudes por el futuro, el ansia por el presente, la angustia por lo incumplido, lo desolador de las despedidas, la frustración de la derrota, etc... Todo ello sin explicitar, pues no estamos ante un tratado filosófico ni tampoco "un realista retrato" de la juventud moscovita; el peso intelectual se libera en el aire, pues las dudas existenciales siempre están ahí, sólo que no siempre en primer plano. He ahí la gran diferencia con la película de David Robert Mitchell: mientras el film soviético le deja todo a la imagen audiovisual, el de los tristones teenagers gringos se dedica en todo momento a vomitar filosofía de bolsillo sin que nada ocurra realmente, no como en el presente film, que literalmente tiene de todo: comedia, drama, frivolidad, profundidad, amistades, rencillas, amores, rencores... Y, siguiendo con la línea de las comparaciones, el que el director le quite toda fanfarria a los acontecimientos climáticos es otro punto a favor, pues reduciendo hechos tan decisivos a poco menos que algo que ocurre todos los días, es que sale a flote el desalentador soplo de la vida que inclemente avanza sin mirar atrás: una despedida, sin escándalo, te permite llegar directamente al núcleo de las emociones... y vaya que es doloroso, aunque luego todos canten y sigan sus vidas como si nada. Es que, como les digo, ¡es otro día más en la ciudad de Moscú! Con sus ires y venires, con sus inicios y finales, con sus encantos y desencantos...
  Gran y hermosa película (y dura 75 minutos... a mí me hubiese encantado ver otros 75 más...), no se la pierdan. Oh, y actúa un joven Nikita Mikhalkov, aunque es la actriz la que me ha hechizado...

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