viernes, 3 de julio de 2015

Blast of silence - 1961


Director: Allen Baron

  Vaya par de días más ocupados sin poder ver películas, lo que a decir verdad me ha quitado la puta paciencia. Quería retomar las películas de Ford, pero en virtud del tiempo he elegido una que dura poco más de setenta minutos, digo, para no perder la regularidad, lo que más cuesta lograr y luego mantener. La película elegida es "Blast of silence", opera prima de un director que posteriormente se dedicó casi por entero a la televisión, con sólo un par de películas que no lograron sobresalir mayormente. La oportunidad de Allen Baron, al parecer, era "Blast of silence", y para serles honesto, no es la gran cosa; es más, lo que en un inicio parecía una promisoria y audaz trama psicológico-criminal, finalmente se diluye en una masa amorfa de asesinatos, notables frases llenas de ingenio, y contradicciones narrativas mayúsculas. Una oportunidad perdida.


  Frankie es un sujeto solitario que se dedica a asesinar personas por dinero. Nuevo trabajo, nueva ciudad, el mismo procedimiento de siempre, a menos, claro, que algún elemento disonante se cuele en la fría mirada del protagonista. ¿Hará bien su trabajo como siempre lo ha hecho sin excepción alguna, o asistiremos a un evento nunca antes visto en la historia de la humanidad: el fracaso? La respuesta, amigos, les sorprenderá.


  "Blast of silence", al igual que "Un homme qui dort", avanza mediante la voz de un narrador en segundo persona, aunque en el caso de la película que nos ocupa dicha cuestión es más bien relativa, toda vez que pasados los minutos y las escenas, el narrador deja de ser un pilar narrativo fundamental para convertirse en un accesorio más -con estilo e ironía, pero accesorio más o menos prescindible al fin y al cabo-. Si en la cinta francesa la narración en segunda persona es un elemento fundamental que se mantiene a lo largo de su metraje -como debe ser-, en "Blast of silence" seremos testigos de una decadencia sistemática de la inicialmente excelente calidad cinematográfica. A decir verdad, yo estaba encantado con la opera prima de Allen Baron, particularmente con su narrador en segunda persona y el carácter de ensayo filmado con que se nos relata "su trabajo": un hombre que se mueve y hace lo suyo, un asesino solitario que intenta camuflarse entre un mar de consumidores de compañía, y un narrador que "dialoga" con él a la vez que nos sumerge en su experiencia llena de deslumbrantes imágenes y sonidos: el asesinato como experiencia social y cuasi sensorial o introspectiva; el asesinato como otro procedimiento más que cumplir, un disimulado ensayo sobre lo banal/importante de las relaciones humanas. La idea, la puesta en escena y la ejecución me parecían fascinantes. Los mecanismos utilizados, básicamente, son los mismos de "Un homme qui dort", y funcionan igual de bien: el solitario versus la inmensidad de su soledad, ¿condena aprisionadora o bendición liberadora?
  Por desgracia, al poco andar la narración comienza a volverse mucho más convencional en el sentido de que el carácter de ensayo fílmico se pierde por completo, tanto que la presencia del narrador en segunda persona pierde toda importancia y peso narrativo, al igual que las imágenes, planas y carentes de personalidad. La notable narración se desestructura y el relato pasa a ser un trillado cúmulo de chantajes, debilidades, dudas, y, no podía ser de otra forma, sufrimiento amoroso, todo lo cual no hace más que complicar el famoso trabajo. Y a decir verdad, ya desde la mitad uno comienza a imaginarse cómo van a terminar las cosas: llega el final y en la mente retumba un sonoro y lapidario "¡ya lo sabía!". Y he ahí uno de los errores base del director, quien piensa que la mejor forma de desarrollar apropiadamente su premisa es darle importancia suprema al argumento, cuando en realidad lo que lograba a mantener a flote su relato no era otra cosa más que la forma, la sola imagen audiovisual. Si la historia no tiene nada del otro mundo, pues entonces haces que el fotograma narre ese dilema sobre las des/ventajas de ser un solitario (y un asesino: mal oficio para confundirse en mitad del trabajo). Por lo demás, el protagonista es un robot pobremente dibujado cuya construcción psicológica es ridículamente cliché -y eso que lo que más necesita una película como esta es una psicología base compleja y a prueba de balas-, y su así llamada "soledad" es un chiste barato y simplón.
  En conclusión, no recomiendo nada esta "Blast of silence", que es como "Un homme qui dort" pero protagonizada por un asesino insípido y filmado de manera fallida e irregular. Prefiero mil veces volver a ver la película francesa de Bernard Queysanne, pues, además de plantear un conflicto filosófico fascinante y estimulante, es toda una delicia cinematográfica. ¿"Blast of silence"? Aunque tenga un atractivo narrador y escenas realmente buenas, es un rotundo fracaso.

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