domingo, 21 de junio de 2015

The informer - 1935


Director: John Ford

  ¡Pero qué férrea voluntad la que tengo!: con la de hoy, ya van seis entradas sobre John Ford, y claramente no me voy a detener hasta dios sabe cuándo. Hasta el momento el balance ha sido realmente positivo y, nuevamente, no hay indicios de que tal cuestión vaya a cambiar. De hecho, "The informer" me parece una verdadera obra maestra, la mejor que le he visto a Ford hasta ahora, una auténtica y bellísima pero dolorosa reflexión, una descorazonadora y sublime balada sobre lo difícil de ser una persona y de vivir en un mundo gris, fracturado y destinado al sufrimiento. ¿Habrá perdón, habrá liberación?, ¿es posible la catarsis, la purificación del ser? Uf, es que "The informer" golpea realmente fuerte, te deja en un estado convaleciente, como si recibiésemos un golpe de esa mole humana que es Victor McLaglen, aunque en verdad acabamos de ver, pero por sobre todo de sentir, un gran filme de Ford.


  Gypo Nolan es un irlandés que tiempo atrás fue expulsado del IRA y que ahora vaga por las maltratadas calles de Dublín pensando en cómo sobrevivir al hambre, a la soledad y al desprecio de todos quienes le rodean -los irlandeses lo ven como un inglés, y éstos lo ven como un irlandés-... pero no, su mayor problema parece ser que no puede darle a su novia la vida que ella necesita, merece y desea, lo cual le hará cuestionarse sus propios valores y decidir qué camino seguir, qué decisiones tomar, especialmente cuando se ofrece una suculenta recompensa por uno de sus mejores y más cercanos amigos...


  No me extraña el interés, la pasión y el amor, desde luego también la tristeza y cierta melancolía, que Ford expresa respecto a Irlanda y su gente, su pueblo, su identidad, su historia. Dando un fugaz repaso a su biografía, veo que Ford es hijo de dos irlandeses que llegaron a Estados Unidos poco después de la década de los sesenta del siglo XIX, y que traspasaron su amor e incluso el idioma gaélico a sus hijos: en la sangre y el corazón. Por lo mismo, es completamente natural la gran cantidad de sentimientos que se expresan sobre un país que ha sido maltratado y maltratado sin reparos, al que le han robado y robado sin cansancio, y al que han ignorado e ignorado sistemáticamente a lo largo de los siglos. Buena prueba de lo anterior es esa puesta en escena casi expresionista que nos muestra y nos sitúa en una Dublín fantasmal, sucia y sombría, construida sobre sinuosos recovecos atestados de personajes aprisionados en sus luchas y tragedias, en sus dolores individuales y colectivos... Ford pinta un crudo y desnudo retrato sobre un paisaje, human y físico, desolador y abandonado a su suerte. La vida es dura, e injusta, y por dios: difícil a más no poder. Las imágenes de Ford contienen y expresan ese dolor interno e histórico, tanto en la amplia gama de personajes que sufren la usurpación de sus tierras y que luchan -terrorismo mediante, por desgracia... una lástima que recurrieran a la violencia de los usurpadores- por un futuro incierto y dudoso, por el protagonista que se ahoga en alcohol para olvidar sus penas y conflictos, y por la Irlanda que no ha vuelto a ser la misma, la única, la verdadera.
  Ahora bien, "The informer" estructura el sentir anterior en torno a la sobrecogedora culpa que le provoca al protagonista el solo pensamiento de delatar a su amigo por un puñado de billetes -y peor, ante los británicos-, y cómo la misma lo guía en un triste y lastimoso viaje desesperado, desolado y ambiguo hacia una paz que nunca llegará: un descenso hacia los infiernos personales, una caída en la espiral de inconsciente e involuntaria autodestrucción. Y es curioso la manera en que se articula todo, con un Ford que primero nos muestra a un sobresaliente e impactanteVictor McLaglen atribulado por sus dilemas morales, para luego ocultar todo aquello en una patética y malísima máscara de diversión y ocio -por parte del personaje, claro está; tanto actor como director elevan la ambigüedad diversión/culpa a la categoría de arte cinematográfico-, para finalmente arrojarnos nuevamente a los leones del drama personal, esta vez peor que nunca. Una jugada muy interesante, desde el punto de vista narrativo: sentar las bases del drama para luego desviar la atención de manera intencionadamente deficiente, con la clara intención de hacer más terrible y notoria la persecución de las culpas, para que llegado el momento de la aceptación, el solo acto de recordar sea un verdadero golpe a las entrañas: la verdad conocida pero no asumida, la vergüenza presenciada pero no comprendida. Más que un dilema moral -que lo es de todas formas-, un miedo humano sostenido e imperecedero que no se abandona en ningún momento, o quizás...
  Lo más importante, sin embargo, es que Ford nuevamente no filma desde una posición de juez déspota e inhumano que se basa en etiquetas y convenciones simplonas: busca adentrarse en la mente de un hombre desquiciado y apesadumbrado por su pasado, por sus actos, que de una vez por todas debe hacerse responsable de los mismos, sin huidas que acrecienten la agonía sino con enfrentamientos que, para variar, puedan dar algo de paz a un alma perturbada; por lo demás, también adentrarse en el entorno del desdichado protagonista, tan ambiguo y doliente como Gypo. Y desde luego, sobre Irlanda lamenta que la misma esté fracturada no sólo por los inclementes embates de fuerzas extranjeras, también por disputas internas que acrecientan las heridas y contribuyen a que la sangre siga derramándose -aunque nada de eso estaría pasando de no ser por la presencia invasora de esos brits, si bien igual es cierto que Irlanda se había caracterizado por su pobreza y un sistema cercano al desgobierno, propicio para los codiciosos aprovechadores-.
  Gran trasfondo, gran historia, gran narrador. En fin, poco más que decir: brillante y poderosa obra maestra, llena de sensibilidad y honestidad discursiva y humana, expresado a través de un relato preciso, fluido y progresivamente descorazonador... digo, la escena final es realmente fenomenal y hermosa, al fin y al cabo: nos muestra la esencia de todo, algo tan simple pero aparentemente difícil de alcanzar. "The informer", señoras y señores.

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