lunes, 23 de febrero de 2015

Katok i skripka - 1961


Director: Andrei Tarkovsky

  No he visto nada del aclamado Andrei Tarkovsky, y ya era tiempo de enmendar tamaña deuda. Y como considero que no sería del todo acertado comenzar con una película que haya hecho ya consolidado, me voy directamente a los inicios del director, incluso antes de su opera prima "La infancia de Iván", con un mediometraje que hizo en sus tiempos de escuela y que, si entiendo bien, le sirvió para graduarse. Antes que todo, tremenda producción para un estudiante, y es que al parecer Tarkovsky recurrió a un estudio grande para llevar a cabo esta obra... iniciativa no le falta al hombre, lo que está muy bien: se le nota la personalidad, la mano, la sensibilidad, de inmediato y sin mayor esfuerzo. Por lo mismo, simples palabras: "La apisonadora y el violín" es inmensamente bella. He quedado más que maravillado.


  Sasha, un niño que practica el violín, se hace amigo de Sergei, un trabajador que utiliza la apisonadora, y que con otros colegas están haciendo labores frente al hogar del niño. Dicha amistad no será del todo fácil, pero sí que será tremenda.


  Tarkovsky lo tenía claro desde el principio: para su obra de graduación quería hacer una cinta poética, centrada más en la atmósfera y las sensaciones a producir que en un arco dramático definido.
  Antes de concentrarme en el aspecto visual, que con las capturas queda inmediatamente claro que es de lo más cuidado y evocador, quiero detenerme un rato en la narrativa de esta obra, más aún, en ese pulso subyacente que la hace tan especial y memorable.
El planteamiento es sencillo: niño violinista se hace amigo de hombre que trabaja con la apisonadora. El niño es molestado por los otros del edificio por tocar el violín, el hombre tiene un grato ambiente de trabajo. ¿Por qué se hacen amigos? ¿Qué elemento los une? Hasta ahora, si les soy honesto, no puedo asegurar qué hizo que estas dos personas a priori tan diferentes pudieran entablar amistad; y sin embargo, la solidez y naturalidad de su relación es incuestionable. ¿Por qué? Insisto, no lo puedo decir: es inefable, y eso es parte de su encanto. Pero vuelvo a preguntar, ¿por qué es tan creíble esta amistad? Porque Tarkovsky logra traspasar en imágenes, con abrumador talento, esa cosa inefable que une estos dos personajes... será la admiración, el cariño, un recuerdo, una sensación, un escape, una ensoñación..., será lo que sea pero ahí está, palpando con fuerza y, más o igual de importante, sin debilitarse en ningún minuto del metraje; lo que de paso nos muestra a un director dueño de una mano firme, capaz de generar un tempo poderoso, constante e imperecedero. Y ya ni hablemos de su mirada, llena de una sensibilidad tremenda.
Ya me di cuenta de que me desvié un poco al lado visual, lo cual al parecer es inevitable en Tarkovsky y habla muy bien de él: aprovecha el poderío del lenguaje cinematográfico, esto es -dicho de manera fácil y apresurada- que la imagen (fotografía, montaje, etc.) sea la que transmita sensaciones y no la cuña que sale en el periódico al otro día.
De igual forma quería decir, aunque sea así a la rápida, que en "Katok i skripka" no sólo vemos una historia de amistad que logra llenar -dicho sin intención despectiva- con creces los cuarenta minutos de duración, también hay una lectura social y política debajo. Primero que todo, lectura que no contamina ni resta fuerza y naturalidad al relato principal de amistad; y segundo, que trata sobre, creo yo -no estoy del todo seguro-, cierta (re)conciliación entre determinadas figuras o iconos: por ejemplo, no es casualidad que el título no aluda al niño y al hombre sino a sus herramientas, el violín y la apisonadora. ¿Qué significa esto?, ¿que el violín es algún tipo de símbolo de riqueza, de burguesía, mientras que la apisonadora es el símbolo del pueblo, de los trabajadores, del proletariado? ¿Por eso el violinista es molestado por los otros niños "pobres" y el hombre es respetado por sus colegas? No apuntaría nada de ello con seguridad, primero que todo porque nunca me he creído esos cuentos políticos/sociales/económicos, y porque más allá de detalles vagos de los libros de historia, no soy un conocedor de la idiosincrasia rusa y soviética. De todas formas, de ser así la lectura, no deja de ser un mensaje potente el de Tarkvosky: que estamos por encima de esas etiquetas que, más que hacer justicia, causan daños irreparables en el tiempo -como el 95% de la actividad humana-; que el violín no necesariamente te traerá plenitud así como la apisonadora tampoco te dará integridad moral; que nadie está definido por sus ropas o la herramienta que utiliza como por la manera en que se comporta para con el resto... Sonará meloso, pero Tarkovsky dice a través de su cine que lo que habla por nosotros es lo que sale desde nuestro interior, y por eso su cine eminentemente sensorial.
  En fin, esta historia transcurre sin una narrativa clara, tal como lo dejaba claro Tarkovsky, con estos dos pasando el tiempo juntos y charlando, de vez en cuando enfrentando ciertos percances que complican esta relación, pero con una atmósfera completamente sensorial, pasando de secuencias donde prima el montaje -hay una especialmente Eisensteiniana (¿bien escrito?) en el que el pasado da, involuntariamente, paso al futuro- a otras donde prima el sonido, para dar paso a otras donde la imagen continua es lo primordial; todo lo que importa es que sintamos a flor de piel el recorrido de estos dos personajes, ya sea la desazón o la felicidad.
  Lo dicho, "Katok i skripka" es una historia bellísima que debe su gran calidad a (i) la honestidad y sencillez con que está planteada y ejecutada, y (ii) al enorme poder cinematográfico desplegado. Vaya graduación la de Tarkovsky, los profesores debieron haberle dado el diploma con grandes honores.
Totalmente recomendable. No la dejen pasar.

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