viernes, 1 de agosto de 2014

Meteora - 2012


Μετέωρα
Director: Spiros Stathoulopoulos

  Pero qué apellido más largo se gasta este joven y buen mozo griego-colombiano -que me recuerda un poco al Che Sandoval en apariencia-. Me gusta más su nombre, no obstante, que por lo demás suena muy bien: Spiros. Spiros, Spiros, Spiros... Nada más ayer les comentaba sobre la opera prima de Spiros, PVC-1, una intensa película filmada en un plano secuencia de ochenta minutos que trata sobre una mujer a la que le ponen una bomba en el cuello, con tal de que ella y su familia paguen una alta suma de dinero. Me gustó bastante, y por momentos generaba profundo desasosiego. Vale la pena recordar que aquel largometraje debut era colombiano; cinco años después, la segunda película de Spiros es griega. Y ahora quién sabe cuánto hay que esperar por su tercer filme, y de qué país será; pero de seguro será tan interesante como ambas películas que forman su corta y temprana filmografía. "Meteora" es una buena película, interesante y llena de elementos sugerentes, pero a decir verdad no sé qué opinar sobre ella.


  En la región de Thessaly en Grecia, se erige un complejo de monasterios ortodoxos los cuales están en la cima de altas y empinadas montañas. A ese complejo de monasterios se le llama, precisamente, Meteora. Son seis monasterios pero en la película sólo importan dos, que están ubicados uno frente al otro, separados por tremendo abismo que tiene, no obstante, un pequeño monte con un único árbol en él, a mitad de camino entre ambos monasterios. Uno de ellos es de hombres, y el otro de mujeres. Teodoro y Urania están enamorados, y a escondidas de los demás intentan llevar a buen puerto una relación a priori imposible de existir.


  Antes de entrar de lleno con cualquier tipo de apreciación, me llamó bastante la atención un aspecto que marca diferencias entre un monasterio y otro: el de los hombres tiene escalera, en contraposición con el de las mujeres que no cuenta con esta infraestructura. Para los monjes es fácil bajar del monasterio, porque sólo les basta con bajar las escaleras, pero para las monjas la tarea es mucho más difícil y rudimentaria: se las arreglaron para fabricar una polea que sube y baja una especie de red en la que transportan alimentos y cosas así, además de ellas mismas. Si una monja quiere bajar, se tiene que meter en esa red, y arriba otra monja tiene que hacer girar la palanca para que la cuerda baje, en un proceso largo, cansador, y si nos preocupamos mucho, peligroso. No voy a seguir comentando más al respecto, pero ya pueden notar más o menos a lo que voy. Luego de poner ese punto hice lo que suelo hacer siempre que escribo mis apreciaciones: me distraje y me fui navegando hacia otros horizontes de la surface web. No me fui tan lejos, después de todo; al menos me encontré ante un par de cosas útiles e interesantes que complementan lo que es este comentario. Resulta que esa polea o ascensor efectivamente era el único sistema para subir y bajar de los monasterios, pero hace poco más de cien años, que fue cuando se construyeron las escaleras. Hoy en día los monasterios tienen escaleras, y más les vale, pues el turismo es tremendo y si los turistas tiene que meterse en una red y esperar quién sabe cuántos minutos para llegar a la cima del monasterio, entonces no muchos estarían dispuestos a ir. El punto es que en "Meteora" -la película- vemos los dos sistemas, escalera y polea, para establecer una especie de contrapunto entre el pasado y la modernidad arquitectónica -entre otras áreas-. Eso lo sé porque vi con mucho gusto una entrevista a Spiros -que está acá en youtube- en la que, entre otras cosas, aclara la inclusión del ascensor en un monasterio y el de la escalera en el otro. El entrevistador no le preguntó si decidir que las monjas usaran el sistema más antiguo e incómodo fue algo pensado o al azar -quizás le preguntó y la respuesta no aparece en la entrevista, cosa que dudo-. Y mientras Spiros respondía me iba quedando cada vez más claro, y de primera fuente, las cosas que iba pensando mientras veía la película -no todas con exactitud, pero sí las que se alzan como las más importantes en primer lugar-.


  Lo primero que me iba quedando claro es que esta historia de amor no se trata precisamente sobre una acto de rebeldía contra dios, porque no es dios el "enemigo", el antagonista, el culpable de que el amor entre Teodoro y Urania no se pueda consumar: la religión, échenle la culpa a la religión. A la religión y sus dogmas y sus falacias. Debido a la religión el amor entre ambos personajes es un imposible, un amor prohibido. Lo que Spiros plantea a través de "Meteora" es que la religión, al contrario de lo que nunca se cansa de transmitir, coarta y disminuye la plenitud espiritual. En este caso, Teodoro y Urania buscan la plenitud a través de su amor, plenitud que ya está cimentada por su fuerte fe en dios -quien supongo estaría feliz de que haya amor en el mundo-, pero que se retrasa por culpa de las reglas de la religión ortodoxa que siguen, como el celibato. Siempre se me viene a la mente lo mismo, y me imagino que debe darles la impresión de que salgo siempre con la misma cantinela: que, tal como dijo Robert Burke en Simple Men -obra del genio Hal Hartley-, cada vez que deseas algo te metes en problemas, y los problemas te hacen no querer desear nada más. El amor y el deseo entre ambos personajes se ve enfrentado ante las rígidas reglas de la religión. Es la sumisión ante la ya vilipendiada religión lo que se ataca, sumisión que puede llegar a niveles bastante profundos: la autoflagelación por un simple pensamiento, la negación de la felicidad y plenitud espiritual en pos de estar "bien" con las reglas de sus creencias, etc. El problema no es dios, es la religión. Lo que se busca no es sólo consumar ese amor y deseo, sino una paz espiritual que le dé vida a estos personajes encerrados. Además, el director Spiros también agrega otros personajes que no son ni monjes ni monjas, precisamente para poder contrastar la vida de ortodoxos y no ortodoxos -o en su defecto personas que no pertenecen al monasterio-; uno es un flautista que parece ser feliz sin tener que seguir dogmas religiosos al pie de la letra, y el otro es un carnicero -en su momento vemos como despelleja a una pobre cabra; si fue real o no no podría decirlo, capaz que me traten de estúpido y me relacionen con la gente que pensó que Spielberg de verdad mató un dinosaurio; ahora toda preocupación lleva al "caso Spielberg" y la caricatura quedó-. Ambos llevan vidas normales y de vez en cuando son visitados por Teodoro, que se pasa todo el día rezando al igual que Urania. La vida religiosa no tiene mucho interés cultural ni espiritual, cada día parece la maldita repetición del anterior y del anterior y del anterior: cultivar el intelecto y la felicidad no es una opción. Porque eres tú, la religión, y dios -o esa meta que te hace feliz-, siendo la del medio una especie de traba, de muro que te impide llegar a ese ente espiritual en el que crees. El resultado eres sólo tú: persona y carne y nada más. Porque ¿qué puedes ser si no tienes un universo espiritual interior y propio? Un envase y nada más: un seguidor.
  La opinión de Spiros sobre la religión se volvió más contundente una vez que la película se terminó y surgieran problemas para la distribución. Nada está del todo perfecto, pues aunque se estrenó en Colombia, en Grecia está prohibida. En la misma entrevista Spiros lo aclara: "La religión es mala. No la espiritualidad, sí la religión". Su película es elocuente, y la realidad también lo es -en ambos casos vemos la manera en que se busca censurar la manifestación artística y espiritual de alguien-. Vale la pena mencionar que "A touch of sin", esa contundente película de Jia Zhangke, también está prohibida en su propio país: China.


  Se podría decir que "Meteora" es todo lo contrario a lo que es "PVC-1", ya que podemos encontrar diferencias de cultura, de temática y de estilo, tanto narrativo como estético. Ahora prefiero concentrarme en los aspectos estilísticos: la opera prima de Spiros era un plano secuencia lleno de intensidad, aunque no dejaba de lado ciertos momentos de quietud, pero aunque hubiera quietud o pausa rítmica, -ni tan- subyacentemente estaba el tic-tac imaginario de la bomba amenazando con volar la cabeza de la madre en cualquier momento; no había paz ni tranquilidad. En "Meteora", Spiros apuesta por un estilo contemplativo, con pocos planos, en general de larga duración -el picnic entre Teodoro y Urania dura unos quince minutos, más o menos-, y pocos diálogos que son, incluso en su banalidad, esclarecedores y profundos, siempre fluyendo con el mensaje subyacente. Ambas decisiones demuestran que Spiros es un sujeto que piensa de verdad la manera en que hace sus películas y que tiene buen juicio: el plano secuencia nos introducía en un relato constantemente intenso y atroz, otorgando al tiempo real inherente de este mecanismo una elevación hacia la experiencia real en que está inspirada; en esta cinta, la contemplación de los planos va en coherencia con la quietud y la tranquilidad espiritual que buscan los personajes -la quietud busca introducirnos en la historia e intentar hacernos sentir al igual que los personajes-. Además, hay varios pasajes de animación que son exquisitos, no sólo por su aspecto bizantino sino por lo poderoso que resulta ser el valor simbólico de éstos. Y este es otro aspecto que eleva el mérito artístico de "Meteora": el simbolismo. El más fácil es la distancia entre ambos monasterios, separados por un enorme abismo en cuyo centro hay un árbol; cada enamorado en cada monasterio, con un abismo que los separa: no físico -porque pueden encontrarse-, sino el que la religión se encarga de instalar como algo inamovible y sagrado. Los demás los pueden descubrir por su cuenta, pero siempre sugieren estados mentales, deseos latentes, y pulsiones a flor de piel.


  Pero a pesar de todo, a pesar de lo poderoso del relato, de lo bien que está expresado audiovisualmente, debo decir que no sé decidirme exactamente. Por un lado me ha gustado mucho esta historia, pero por otro no he acabado de sentirme completamente cautivado y apasionado. En el fondo no sé cómo sentirme. La película no es mala, y tiene momentos que gustan, de ello no hay duda, pero como conjunto no podría decir que es completamente excepcional o apasionante. En lo formal lo es: tiene muy buena fotografía, las secuencias animadas tienen un aura que siempre resulta hipnotizante, banda sonora poca pero potente, actuaciones minimalistas pero correctas, acertada y habilidosa dirección, etc. Pero quizás el ritmo "falla" en ocasiones; y la verdad es que no soy un sujeto al que no le guste una película porque no tiene ritmo -menos en este filme, que deliberadamente tiene un ritmo pausado, apaciguado y silencioso-:  incluso con los pocos acontecimientos que hay en "Meteora" no se puede decir que falten más cosas ni más ritmo, porque a nivel de montaje y todo lo demás el ritmo funciona bien; quizás el problema venga en que a veces, en términos de emoción, hay supensiones y da la impresión de que emocionalmente la cosa no avanza. No me aburro -una película es mucho, mucho más que sólo ritmo y entretenimiento/aburrimiento-, pero en ocasiones da la impresión de que en lo interno hay cierto estancamiento, especialmente en las escenas donde los enamorados aparecen por su cuenta -cuando comparten momentos hay una energía más encantadora-. Es más o menos como los tiempos muertos de PVC-1 -relacionado al plano secuencia y la necesidad de los elementos fuera de campo y espacio, pero lo pueden leer mejor en el respectivo post-, sólo que en este caso éstos se producen porque en la secuencia no pasaba nada sugerente, sólo la crítica a la religión como supresor de la espiritualidad propia -algo que está presente todo el relato y, como tal, no es lo fundamental emocionalmente (sí en lo discursivo, que no necesita excesiva reafirmación de la premisa: otro reproche de "Meteora": la reiteración, en contadas ocasiones, del mensaje del director)-. No se avanzaba en la búsqueda de esa espiritualidad inherente a cada ser humano, lo que precisamente viene a generar esa sensación de que el ritmo falla y se estanca.
  Para dejarlo claro: a un nivel formal, el ritmo funciona bien como propuesta; pero a un nivel emocional, a veces éste se estancaba, dando la impresión de que nada sucedía en el interior de los personajes -privilegiando algo que estaba a todas luces claro: la crítica a la religión-.

  No es nada muy malo, pues se entiende que en propuestas arriesgadas como esta no todo sea cien por ciento perfección. Claramente Spiros tendrá que seguir depurando su estilo y su lenguaje, pero talento tiene y nadie lo puede negar. Sus hasta el momento dos películas lo demuestran. Pero para terminar con cosas puramente positivas, haciendo un recuento de la película, éste resulta positivo: cada una de las secuencias animadas es una delicia; cada escena que Teodoro y Urania comparten también es un encanto; ver los imponentes planos generales de Meteora también es poderoso; quizás alguna escenas me dejen frío, pero a grandes rasgos sí podía sentirme entusiasmado. De todas formas lo que me echa para atrás es una sensación más o menos indescriptible -que intenté explicar un poco con los detalles formales-; son esos malditos pequeños detalles que parecen cobrar relevancia mayor a la hora de molestarte y hacerte dudar de tu propia opinión. Pero siempre se puede ver una segunda vez con tal de poder captar nuevos detalles e ignorar los menores para poder apreciar al filme en cuestión por su esencia y no por cositas en la nuca.

  En fin, "Meteora" es una película interesante y bastante buena. Tiene unos cuantos reproches, al igual que la cinta anterior de Spiros, pero eso no quita que, ante todo, ésta sea una experiencia distinta y agradable. Hay que seguir con atención lo próximo que haga este director, porque de seguro irá depurando más su estilo a la hora de contar historias más que interesantes con más que interesantes propuestas fílmicas. Dejen grabado su nombre en sus mentes: Spiros. Se llama Spiros. Spiros se llama. Spiros, Spiros, Spiros...

Ortodoxas capturas

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