miércoles, 2 de abril de 2014

Flirt - 1995


Director: Hal Hartley

  Sexta película de Hartley, llegando ya a la mitad de su filmografía, y por lo tanto, a la mitad de esta retrospectiva, luego de haber comentado ya The Unbelievable Truth, Trust, Surviving Desire, Simple Men, y Amateur, cada una de ellas una excelente y encantadora película, que demostraba lo gran director que es este hombre, siempre innovando la forma pero relatando preocupaciones similares -por no decir las mismas-. Paradójicamente, en esta película Hartley nuevamente innova, pero termina repitiéndose en la fórmula a priori tan interesante. Lamentablemente, debido a ello esta película resulta irregular, lo cual me hace sentir un poco mal, pero hay que ser honestos ¿o no?


  Flirt es un interesante aunque no muy bien logrado ejercicio cinematográfico en el cual Hartley, a partir de los mismos diálogos, construye tres historias diferentes que transcurren en lugares y tiempos distintos. De todas formas, esto tiene matices, ya que eso de que Hartley construye tres historias diferentes no es completamente cierto, y es precisamente lo que me tira para atrás, lo que le reprocho: luego de haber visto el primer segmento, los otros dos no son más que simples repeticiones, aunque tengan ligeras variaciones y diferencias. He ahí lo que dije antes: Hartley idea algo muy interesante, y lo logra en el primer segmento cuando -irónicamente- dicha "restricción" o propósito todavía no se lleva a cabo; cuando uno se da cuenta de que los diálogos son los mismos, entones vemos que cada segmento transcurre prácticamente igual. En teoría, estábamos ante algo bastante original, pero su misma naturaleza de repetición hace que la película no salga bien como conjunto, terminando uno perdiendo el interés -a pesar de que estéticamente la película sea una delicia, y el tema de fondo tan personal sea tan cautivador como en los anteriores trabajos de Hartley-. Y lo irónico es que uno de los personajes en determinado momento dice que "el entorno cambia la dinámica de la situación", claramente haciendo referencia a que cada segmento, aunque de planteamientos iguales, debería suceder de manera distinta, cosa que realmente no hace, y es ahí en donde lamentablemente falla Hartley y su película.


  La historia del diálogo, para hacerlo simple y no revelador, es la siguiente: cada segmento está protagonizado por un tipo o tipa que es un coqueto/a -"flirt" en inglés-, que comienza a plantearse qué hacer cuando su novia/o tenga que hacer un ni tan largo viaje a otro país, y las cosas amenacen con no terminar del todo bien, o del todo deseado.

  "La mejor manera de enfocar este dilema es que los dos abracen con fuerza la realidad tal y como es: cruel, brutal, fría, y totalmente indiferente con el individuo"

   A lo largo de esta retrospectiva he ido diciendo una y otra vez de qué es lo que se trata cada una de las películas de Hartley, qué es lo que le molesta, le preocupa, y plasma en los acontecimientos de sus cintas. He dicho que sus personajes son seres, almas errantes que tienen que darse cuenta y enfrentar la triste realidad del universo: están solos y que todo lo que les rodea no tiene porqué cumplir con sus deseos; que la vida misma y ajena a ellos sigue girando y girando sin tomarlos en cuenta, ya que al fin y al cabo no son más que pequeños cuerpos celestes que se mueven alrededor de otros más grandes, y que todo sigue igual sin importar qué. Mientras escribía tales cosas, siempre se me venía a la mente que quizás me iba muy en lo profundo, y que hacía lecturas rebuscadas y demasiado alejadas de lo que realmente la película se trataba. Pero cuando veo y escucho que uno de los personajes recita las mismas palabras en rosado justo arriba de estas líneas, siento que después de todo no estaba viendo cosas donde no había nada. Después de todo, toda lectura es estrictamente personal, pero siempre está la visión del propio director, y no dejo de sentirme un tanto emocionado al ver que coincido con Hartley en varios de sus planteamientos. Harltey, como buen autor fiel a sí mismo que es, vuelve a poner en pantalla sus tan estimulantes preocupaciones y reflexiones.


  En el primer segmento -y, por extensión, los dos siguientes- nos muestran a personajes de sentimientos ambiguos y futuros difusos, que no saben qué hacer porque realmente no tienen porqué preguntarse tales cosas. Es como si intentaran forzar el flujo natural de las cosas a sus propios deseos egoístas sin tener en cuenta todo lo demás; intentan romper con la armonía y caótico equilibrio que nos gobierna, algo a todas luces anti-natural. En esta misma línea, los protagonistas de cada segmento ven como sus planes se salen de control, y ellos mismos, los supuestos amos y dueños de sus destinos y vidas, se convierten en títeres del universo. El choque entre lo que queremos, y lo que es real. Esa es la gran pugna, el gran conflicto, la gran disyuntiva a la que se enfrentan los personajes de Hartley. Y ojo, que lo de Hartley no es que seamos seres sin voz ni libertad, nada más dice que tenemos cierto control y poder de decisión en nuestro presente inmediato; es en ese terreno en donde debemos vivir y disfrutar nuestras vidas, no en diez minutos más, no en un futuro perfecto, no, tenemos que vivir aquí y ahora, y así lograremos vencer, aunque sea por un poco, la eterna derrota de quienes osan dictar el futuro. Es destacable que, a pesar de que cada segmento es virtualmente igual, sus finales sean distintos; los dos primeros en la misma línea, el último un poco al estilo de lo que fue la opera prima de Hartley.


  Bueno, bueno, ya. Voy a acabar con estas lecturas tan realistas -a mi juicio-, para irme de lleno a lo que es cada segmento en sí, cosa que no será larga, porque realmente el primero de los tres -que ocurre en New York el 93- es el que contiene lo mejor de la película, lo más original, lo más nuevo. En realidad, ni siquiera me voy a referir mucho a él, tan sólo voy a decir porqué me gusto, respuesta tan simple como decir un par de cosillas: primero, porque fue el primer segmento, así que es la única historia de las tres -en rigor, la misma historia- que resulta novedosa; segundo, porque presenta ciertos recursos formales y estéticos que aunque ya vistos, son interesantes porque se usan acertadamente y con intención. Me refiero a los jump-cuts que vemos en el bar, el uso de la banda sonora en los momentos álgidos y no álgidos, a los primeros planos que juegan con esa ruptura entre los personajes y su entorno, a algunos planos que apuestan por cierta continuidad en vez de "separar" la sensación del momento con distintos ángulos, y como se utiliza el paso del tiempo relacionado a los plazos que tienen los personajes para hacer lo que se proponen. Como resultado tenemos al único segmento interesante y fresco, y entretenido de ver.
  El segundo segmento, acontecido en Berlín el 94, tiene varias cosas en contra: (i) su protagonista es insoportable, y su actuación no resulta convincente. Como ya he dicho varias veces, (ii) la historia es básicamente la misma, puede que los diálogos no sean exactamente iguales -en ningún segmento lo es-, pero como base es lo mismo; está estructurado igual, cada línea trae el mismo efecto que en el primer segmento, y por lo tanto todo lo que vemos es tristemente previsible. No hay sorpresas, y como uno ya sabe qué es lo que va a pasar, entonces (iii) ya no nos podemos dejar llevar por los acontecimientos, somos demasiado conscientes de cuanto falta, o cuanto tiempo llevamos mirando. Destaco la banda sonora -acertada, algo constante en los tres segmentos-. A la dirección de Hartley le reprocho que, al contrario que en el segmento anterior, (iv) no juega con ciertos elementos formales y estéticos, por lo que la frescura que antes se sentía ahora ya no está. No digo que sea una mala dirección, pero no se destaca ni deja ver. En resumen, este segmento es el que menos me gustó.
  El tercer segmento, que ocurre en Tokyo el 95, tenía pinta de ser bueno, pero termina adoleciendo los mismos síntomas que el segundo: falta de frescura, y previsibilidad de los acontecimientos -aunque hay una salvedad-. Digo que pintaba para bueno porque sus diálogos, si bien iguales en estricto rigor, al menos en esta ocasión estaban ordenados de una manera diferente, por lo que el significado de este nuevo orden nos mostraba una nueva historia. Pero eso es en teoría, porque termina siendo la misma historia recién vista dos veces ordenada de una manera distinta. De todas formas, al menos hay un estilo de dirección -ni tan, pero algo- distinto de parte de Hartley, quien en esta ocasión inicia el segmento mostrándonos de una manera interesantísima un ensayo artístico de un grupo de actores. Además, el uso de los colores "naturales" de la ciudad japonesa se incluyen de una manera deliciosa, dejando imágenes memorables y muy bien hechas. Además, los encuadres y movimientos de cámara, así como el uso del sonido y los temas musicales denotan mayor intención en las decisiones como director de Hartley -hay una parte cerca del final del segmento que es bastante infartante, la tensión está muy bien lograda-. Lástima que contara la misma historia en un envoltorio alucinantemente genial.


  Ya para ir llegando al final, como dato interesante les digo que actúa el sobrino de Tony Soprano -cuyo nombre no recuerdo ahora mismo, y me da flojera buscar en google-, quien también tiene un diminuto rol en Amateur, el filme anterior de Hartley. Y hablando de Hartley, este actúa en el tercer segmento -y luce muy apuesto-, siendo el novio de la protagonista, Miho, quien en la vida real es su esposa. Estoy seguro que es por este dato que ese tercer segmento tiene un giro en su final, distanciándose de los demás.
  Además, aparecen Bill Sage, Martin Donovan, ambos sensacionales -Donovan ya lo ha demostrado varias veces-, un par de actrices secundarias que Hartley ya ha usado -que feo suena, jaja- antes, y Robert Burke, en un entretenido y pequeño rol como alguien que aconseja a Bill mientras está cagando. Un dato interesante es que los personajes se llaman igual que sus actores -al menos los protagonistas, como Bill, Miho, y Dwight-. ¿Será para unirlos más a sus roles? Algo así hizo Kechiche con Adele en La Vie d'Adèle.

  En conclusión, estamos ante una cinta con una idea interesante y original, pero que no logra que como conjunto esta película sea tan memorable y encantadora como los cinco filmes previos de Hartley. El único segmento memorable y encantador es el primero. De todas formas, no hay que perder la fe en Hartley, quien con Flirt se anota su primer tropiezo, pero no caída. Ya veremos qué tal es Henry Fool, su siguiente largometraje.

...abracen las capturas...

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