lunes, 31 de marzo de 2014

Simple Men - 1992


Director: Hal Hartley

  Hace unos cuantos días atrás comencé una retrospectiva de la filmografía de Hal Hartley, un director independiente estadounidense, fascinante y único, y que cuenta historias de maneras completamente excepcionales, haciendo que sus filmes sean notables -y eso en el peor de los casos-. Ya en su cuarta película, Hartley da un pequeño salto que es un adelanto de lo ambicioso que se pondría a futuro, especialmente en el cómo contar determinadas historias, haciendo ciertos experimentos deliciosos. En cuanto a Simple Men, aunque no me apasione tanto como sus tres primeras películas -una muy informal trilogía compuesta por The Unbelievable Truth, Trust, y Surviving Desire-, sí logra ser una película notable en todos los sentidos, y que termina por encantarme por completo, logrando nuevamente una película inolvidable.


  Bill -Robert Burke, quien fue Josh Hutton en la opera prima de Hartley- y su hermano menor Dennis -interpretado por Bill Sage, en su primer papel, y a quien confundí con Matt Dillon durante sus buenos quince segundos- se enteran de que su padre, un ex deportista de dudosa fama debido a problemas relacionados con el terrorismo, ha sido capturado precisamente por dichos líos. Como ambos tienen asuntos pendientes con su progenitor, deciden ir a buscarlo, para así encontrar las respuestas que por tantos años han sido eludidas.


  Simple Men es un término medio entre lo que fue el Hartley de sus primeros tres filmes, y el que se convertirá en sus posteriores. Decir que abandona definitivamente a sus primeros personajes -en términos abstractos- y sus preocupaciones por otras completamente nuevas sería faltar a la verdad, tanto como decir que Hartley sigue teniendo las mismas preocupaciones, y que las relata de manera similar a sus tres primeras cintas. Como les digo, esto es un término medio. Y uno excelentemente logrado, ya que en Simple Men Hartley no abandona los temas que tan bien representó antes, pero sí depura lo que es la narración y la construcción del relato -y con esto no digo que sus tres primeros filmes sean deficientes en este aspecto, simplemente no estaban depurados, o lo que es prácticamente lo mismo, estructurados con mayor elaboración-.


  Comenzando por su guión, y la estructura del relato, por primera vez Hartley hace que los personajes se muevan y hagan acciones a partir de un hecho en particular, en este caso, la búsqueda que estos dos hermanos hacen para llegar hasta su padre. De hecho, el suceso específico es el arresto del padre, ya que al ser arrestado, sus hijos tienen la idea de ir a buscarlo -y para ser concreto, sólo Dennis quiere verlo, no Bill-. A partir de entonces, los hermanos comienzan con este viaje, siguiendo las pistas que su padre ha dejado. No sólo tenemos un acontecimiento que detona los sucesos posteriores, sino que dichos sucesos siguen una lógica de seguir la pista, ver si sirve o no, y finalmente seguir con la búsqueda, siguiendo las mismas u otras pistas. En este sentido, Hartley se desmarca de su informal trilogía inicial, ya que si bien en dichos filmes no todas las cosas sucedían a lo loco -había una organización, por supuesto, siempre debe haber, pero no necesariamente se debe notar-, sí es cierto que los acontecimientos no eran producidos por otros acontecimientos, sino por la libre voluntad de los personajes, y sus magistrales diálogos -cualidad que persiste, y me atrevo a aventurar que nunca pierde-. En este caso los personajes son libres, pero este viaje no habría ocurrido si el padre de los tipos no hubiera sido arrestado.
  Lo bueno es que Hartley no cambia su estilo, no se traiciona, no abandona realmente sus inquietudes y, aunque la trama sea tan importante como los mismos personajes -en las tres primeras los personajes eran lo primero, lo segundo, y lo tercero, lo cuarto eran los diálogos-, estos siguen igual de bien construidos y desarrollados. Hartley es un excelente constructor de personajes, y con esta película demuestra que puede armar una película con una estructura un poco más "convencional". De todas formas, las historias de Hartley están lejos de ser convencionales, especialmente por las direcciones que toman, y las formas en que se resuelven y/o terminan, siempre sorprendentes a su manera. Eso es lo que lo hace de Hartley un autor de cine tan único y fascinante. Nunca se repite, siempre renueva, y siempre logra sorprender -sutilmente, claro. No es que deje a todos histéricos con su genialidad-.


  En cuanto a sus inquietudes, vuelven a estar presentes sus dudas en torno al deseo y el amor, y el fuerte impacto que puede causar en la vida de alguien. Y con todo ello viene la determinación, los principios y valores morales, y los problemas. Siempre me parece interesante como algunos términos y conceptos se repitan de película a película; con respecto a Hartley, en su película anterior, Surviving Desire, uno de los personajes decía que "todo dolor es deseo", y posteriormente veíamos como esa afirmación adquiría más y más razón. En este filme, Bill, el hermano mayor, dice -más o menos- que "no existe ni la aventura ni el romance, lo único que existe es el deseo y los problemas... y lo gracioso  es que cuando deseas algo, te metes en problemas, y cuando te metes en problemas, ya no deseas más... es una maldita tragedia, eso es lo que es". Vemos, entonces, la trágica relación entre el deseo y sus -nada buenas para el alma- consecuencias. Bill no cree en tales cosas, y puede que sea debido a la traición que en la primerísima escena le hacen, pero no deja de ser una gran línea que me trae a la mente la lucha del ser humano entre sus más profundos y primigenios deseos -escencialmente, puras ilusiones-, y la dura realidad. Además, Bill no es el único con un conflicto así, su hermano está igual de complicado con respecto a su padre y a sí mismo. En pocas palabras, preocupaciones casi similares, pero introducidas en una historia construida en base a sus hechos -mucho más "grandilocuentes" y alejados de la sencillez de la trilogía inicial de Hartley-, siendo estos los que mayormente hablan por los personajes -a pesar de que los personajes hablan mucho y lo hacen muy bien-.

  Desde luego, también está la relación de hermanos, la distante y conflictiva relación padre-hijos, y las relaciones que surgen entre los hermanos y otros personajes a lo largo de la película. Ya saben, personajes que se encuentran, que ejercen influencias sobre el otro de una manera tan pero tan espiritual que llega a sorprender -como en Trust-, y las dinámicas celestes en la interacción de las personas. En otras palabras, me da la impresión de que Harltey nos dice que los humanos no somos más que individuos destinados a la soledad, pero que supinamente luchamos en contra de lo inevitable, intentando encontrar cualquier cosa en el otro; Hartley nos dice que los humanos creamos nuestra tragedia, eterna e ineludible como es, pero que eventualmente algo bueno puede salir de esa lucha.
  Destaco al reparto, desde los que interpretan a los dos hermanos, pasando por las mujeres de la historia -Elina y Kate-, el personaje de Martin Donovan -notable de nuevo-, hasta los pequeños roles, como el guitarrista que habla francés en la gasolinera, y el sherriff. Dios mío, que personaje es ese sheriff, otro más aquejado por los dolores producidos de las relaciones fallidas -en un momento pregunta "¿por qué existen las mujeres?"-. Me gusta como lo actúa Damian Young, con un cansancio y desgano totalmente apropiado para su personaje, quien tiene una gran falta de espíritu. Además, a parte de la pregunta que le acabo de citar, también pronuncia otras geniales reflexiones, salidas, cómo no, de la ya mítica pluma de Hartley. Como digo, grandes personajes con grandes cosas que decir.


  Volviendo al poco convencionalismo de Hartley, lo primero que se me viene a la mente para demostrarlo es su apaciguado ritmo, pero nunca aletargado. En un inicio podría parecer que esta búsqueda de parte de los hermanos va a estar llena de aventuras y acontecimientos memorables por su espectacularidad, pero no es así. Algunos incluso podrían decir que la película es aburrida, pero si lo único que alguien puede decir en contra de una película es que es aburrida, entonces ese alguien, con todo el respeto que se le pueda tener a alguien con una opinión y argumentación tan básica, no sabe una mierda. Simple Men, además de no ser aburrida, tiene detalles excepcionales. Cada etapa de esta búsqueda es sumamente interesante, tanto por el trasfondo, todo lo que subyace, como por los elementos formales a los que Hartley recurre; y que el ritmo sea lento, tranquilo, y apaciguado es otro de esos elementos que diferencian positivamente a esta película. ¿Querían acción, carreras en la carretera, balazos? No los van a ver. Las cosas transcurren con una valiente tranquilidad, en la cual Hartley se deleita haciendo que los diálogos duren más, que las caminatas duren más, que los silencios duren más. El gran conflicto de los personajes, el gran cambio que tienen, es interno. En cuanto a la resolución de los conflictos, se agradece considerablemente que Hartley no caiga en convencionalismos y lugares comunes demasiadas veces vistos. Hartley sabe que el mundo es cruel, y que las cosas no son como queremos, y que nuestros deseos no son más que ilusiones, y lo plasma sin complejos en sus historias. Y no me malinterpreten, no todo es dolor y sufrimiento y decepción en sus películas, pero tampoco son precisamente historias felices de perdón y redención. Hartley hace que sus historias sean reales porque, dentro de su particular universo fílmico, todo tiene ese toque desoladoramente realista, como la vida misma.


  No hay mucho más que decir, Hartley tiene una sensibilidad estética única y admirable, escribe diálogos como los dioses -no olvidar el "nada como una máquina para que un hombre se sienta insignificante" de Ned Rifle-, compone genial -prueba de ello es la banda sonora, bajo el seudónimo de Ned Rifle- y hace pequeños experimentos que le quedan inolvidables -si en Surviving Desire ya hizo un baile entretenido pero un poco tosco, en esta hace uno que debe quedar en la memoria del cine-. Además, y esto es algo en lo que antes no me había detenido, Hartley hace unos finales sensacionales, el de esta película es magistral, es la cumbre de lo que es la película entera: es simple, es apaciguado, es poderoso y lleno de emoción. Ningún final suyo me ha decepcionado, siempre me dejan con una sensación de haber visto una maravilla -lo que es cierto, por lo demás-. ¿Y por qué? Porque son verosímiles, convincentes, creíbles, y realistas.

  Genial película, Hal Hartley la hizo otra vez, demostrando que es alguien que respira y vive cine.

La inolvidable escena del baile -como tantas otras en la historia del cine-, disfrútenla:
... y.... ....Lluvia de capturas...

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